sábado, 28 de julio de 2012

PALABRAS PARA LUCA



1

Luca,
ahora,  por ejemplo, es noviembre,
subida primavera.
No importan Colón ni Buenos Aires,
porque viajas por el sagrado espacio
del vientre materno.

Aunque no lo sabes,
eres como un fruto rosado
en busca paciente  de tu luz.

No te apresures, vendrás con el verano aún
y hasta puede que otoño.
Mientras tanto, el vientre de Sabrina
crecerá, crecerá orgulloso
y tu padre te palpará por fuera
viviendo tu promesa.

Por aquí, en la tierra,
hay hombres y mujeres que esperan por ti
y desde hoy,  Luca le han puesto
a sus sonrisas.



2

Luca,
ayer he visto tu fotografía primera,
ésa que te muestra creciendo
en el seno materno
y chupándote el dedo entonces
para que después no lo repitas,
cuando la vida o algunos vivos
te pongan a prueba.

Y eras todo movimiento: los brazos,
la cabeza, el cuerpo entero.
Si hasta parecía que sonreías
como diciendo: ¡qué bello, este circuito!

Pasea, pasea felizmente por tu cielo primero,
que para marzo querrás gritar tierra
y convertirte como cada uno de nosotros,
como Sabrina y Damián, por sobre todos,
en un habitante nuevo del planeta,
un habitante único, irrepetible, el hombre
Luca Maxit Calvetti, el mismo
del precioso anticipo de ésa tu fotografía
tan íntima de noviembre.

 3

Luca, tal vez mañana escuches muchos besos y aplausos;
entre ellos los míos porque mañana iré a verte
y, sobre todo, a estar junto a vos,  tus padres y familia,
porque cumple años tu mamá, Sabrina, tu espacio sagrado,
tu refugio seguro y fiel depósito de tu ser creciendo.

Seguramente te adherirás con algunos golpecitos internos,
ésos que son como campanas, junto a los latidos, del viaje
que realizas, cada vez más cerca a la cuna dispuesta.

Allí estarás, mucho más sobresaliente que la torta y las velas,
apuntalando la panza de quien cumple los años,
por vez primera como mamá orgullosa, de vos precisamente.

También estarán –creo- tus dos primos, Manuel y Lucía,
los mismos a quienes fui escribiendo palabras como éstas
en viajes semejantes hacia la luz terrestre.

Pero, no te alteres. Sigue en paz tu camino hasta marzo.
Lo de mañana es como un anticipo: un aniversario
del nacimiento de mami y, al otro día, a la medianoche,
el de un Niño por quien festejan las campanas del mundo.

Hasta mañana, Luca.  Y no te apures que ha empezado el verano
y en verano será mamá Sabrina o tal vez otoño. Pero cuando sea,
escucharás los  besos y aplausos de tu alumbramiento.


4

Luca, en la mitad casi de enero
llegan nuevos datos.
¡Pesan un kilo setecientos
tus treinta y cinco centímetros!

El porvenir aguarda un hermoso niño,
no importa saber ahora de qué color
tus ojos, de qué tono tu voz.

Secretos que irán develando los días.
Algunos, después de tu nacimiento.

Mientras tanto, prosigue constante
tu viaje, sin ansiedad ninguna.

5
Luca, pasarán los años,
quedará esta noticia
de jueves, veinticuatro de febrero.
Como si fuera una cuestión de números,
estás en tu treinta y seis semana
y  es tu peso  tres kilos doscientos.

Tres, cuatro semanas más,
y saldrás al encuentro feliz
de la luz.


6

Luca, hoy es primero de marzo,
el mes anunciado para tu nacimiento.
Y el tiempo –ya sabrás qué es eso-
anda como adelantando
el amado otoño.

Todavía es verano, la estación
dorada del calor y las aguas.
El otoño, en cambio, la de la luz
traslúcida –ya verás- por las hojas.

Poco importan el verano, el otoño,
para lo que te esperamos,
sólo importás, Luca.

Luca,
el hijo de Sabrina y Damián,
el nieto, el sobrino,
o el primo de Manuel, Lucía.

7

¡Luca, has cumplido tu buena noticia!
Ahora los datos han dado la cara
y las fotos de Yamila muestran
tu nariz, tu amplia frente
y la boca de las mil posturas,
hasta la del llanto, si hasta me parece
que piensas y guardas silencio.
Ya vendrá la sonrisa, muchacho.

Lo bueno es nacer, poner a la aventura
de la vida oculta un fin, que es comienzo.

Este abuelo Alfredo te habla de lejos,
pero te siente cerca, muy cerca,
y ya te imagina correteando el patio;
primero, con los ojos, que el tiempo te sobra.



Apenas cuentan doce las horas de tu nacimiento.
Te cuidan Sabrina y Damián y te miman,
con los otros nombres, que irás agregando
-paulatinamente- a tu corazón.

¡Qué gracia tu llegada, varón hermoso!


PALABRAS PARA MANUEL





1


Pulsa  mayo, Manuel, las notas rubias
como en aquel Viernes Santo de Lucía.
Pero tu luz verde habrá de ser de primavera.
Y aunque también suele llover con las primicias
y el frío rastrillar más de un olvido,
tus días desfilarán otras costumbres.


A las horás verás quitar la  ropa
hasta quedarse en mangas de camisa
y salir a corretear bajo las siestas
de amontonados pájaros.


Explosiones oirás. Exclamaciones
de  la naturaleza.
.
El pasto ablandará todo costado,
las flores prenderán de los tejidos
y las hojas, tan tiernamente nuevas
como las sonrisas de las embarazadas
después de dar a luz.


Prepárate, muchacho.
Setiembre hasta en invierno es primavera.
A la tierra habrás de ver mojándose
las manos rosadas en las fuentes.


Así has de nacer.


Por más que se construya
tu familiar rompecabezas,
serás -como es la ley- un niño único.


Parecido tan sólo a los amaneceres
que irrepetiblemente se repiten.

                           
2

Aprovecha el otoño las últimas visitas
a los palacios dorados de los plátanos,
mientras cumplimenta el día más corto
los preparativos de la vida oculta.


Prevenidas, las hojas guardan y demoran
-como quien se repite por las noches
las historias más bellas-
los tibios regalos de la luz.


El tiempo sigue por las paradojas
de la línea, el círculo.


Cada tres meses, la tierra
descuelga otro ropaje.


Cada nueve, la capulllería
del jardín humano.


El verano, Manuel, el otoño,
el futuro invierno
suman para ti.


3

Apocopa Lucía tu nombre:
Manu, Manu, Manu.
También pudiera significar
la cercanía del parentesco
o alcanzar dos pájaros
y un niño.


El invierno tan cálido comienza,
tan lúcido en los siempreverdes,
que como reverencia naturaliza
las cabezas bajas
de los fresnos.


Todo continúa, Manuel,
tu vida en la primerísima
dichade la panza.


Vendrán los fríos,
las lluvias, las débiles,
el sol arrinconado.


El tiempo tuyo vendrá
de bendito fruto.


Que así sea.


4


De pronto la vida, Manuel, nos atrapa
en la caprichosa red de los días.
Nos mueve como nubes rompiéndose
aun con el sol en alto ejercicio.


Pero tú -oculto/visible- prosigues
en silencio, como el invierno
que estercola las venturas verdes.


Nada sabes del helado julio.
Fiel el  seno materno te cerca
con cerrado abrazo.


Paséate en él, tu tierra primera,
tu envolvente universo.


Dos meses de gracia, y abierta
te será la ventana sin marcos
de tu luz en la luz.


5


Es agosto, Manuel, y la luna
custodia tu noche,
aunque no la veas, y la mía.


La luna amarilla, vieja compañera
de la tierra y del hombre.


Pasarán, Manuel, otras lunas
y algún día, tal vez,
como el tío Damián aparezcas
con el índice en alto
y entreahogado señales:
-papá, mamá  ¿vieron a la luna
que está partida? ¡Qué linda!


De la admiración viene el poema.
Y el más bello de todos los versos
nace cuando la luna redonda
se convierte en cuna
y el llanto
                en metáfora viva.


6


Llueve agosto, Manuel, llueve.
Después, frío calor sol nubes.
Débil el adelanto verde del zorzal.


Los cielos mueven la escenografía
de los entreactos.


Hay un niño, sentado, de espaldas,
con un cordón al cuello
-como un esperador-
aguardando el llamado a escena.






7




Manuel, el misterio es así. Un día
encara el prodigio antiguo y nuevo,
arrodilla las almas, las abraza
de silencios o gritos.


Pequeño sol detrás de  una montaña,
pájaro invisible entre los árboles,
una maga decisión te ha empujado
al canto luz de los orígenes.


Sobre la tierra graciosamente estás
junto al coro vegetal de Primavera,
el cielo otra vez azul, y las horas
en abiertas camisas de la tarde..


Blanca rosa piel viste el milagro,
castaño el pelo, despejada frente,
brotes los veinte durazneros
y los ojos en paz para marchar el mundo.


Manuel. Manuel. Manu de Lucía.
Niño -bendito seas- con nosotros.




jueves, 26 de julio de 2012

PALABRAS PARA LUCÍA


PALABRAS PARA LUCÍA




1


Mira, Lucía, el hombre siempre escribe
desde un lugar del tiempo.
Ahora, por ejemplo, es noviembre,
o sea, primavera; y esto quiere decir: verdor,
canto subido de los pájaros, nuevos ímpetus.
Y mientras te escribo esta mañana,
pienso en tu viaje confiado hacia la vida,
en tu juegos de luz-lucía-luces-lucirás.

Aún te queda todo el camino del verano
-qué playas allí adentro, qué océanos-
y, con el otoño vendrás como un redondo fruto
trabajado por la maga costumbre de la naturaleza
a colgarte en el árbol de los años
con que cuenta la historia de los hombres.

El otoño es la estación más consonante
con tu nombre, Lucía.
Nunca está la luz más delgada, transparente,
detenida vecina por estos litorales.
La luz se vuelve aureola, casa de hadas,
porque el sol es un niño inocente. Es un niño,
una niña -eso es-, una niña, Lucía,
que  acaricia con sus manos de seda,
con sus manos de rosa mojada por la noche
el abierto porvenir de  la mañana.

Entrégate, Lucía, mientras la gracia afina
el instrumental sagrado de los alumbramientos,
al cuidado andariego de las horas
que vigilan descalzas tu jardín escondido.
No te preocupes por nada. Déjate estar. Déjate.
Pero prosigue, sí; prosigue -no sé cuántas veces por segundo-
con el corazonado pálpito de tu algarabía.

Y en silencio crece  como la luna, la celeste metáfora
que por estas primaveras pasea limpiamente
el quinto mes de tu milagro.

                                                   




2
         


La  vida - ya lo verás, Lucía - es como un viaje
compuesto de viajes menores sucesivos.
Yo viajo, tú viajas, ellos viajan. Todo ser
-que vive- viaja. Viajan la tierra y las estrellas,
 tan aparentemente inmóviles, el sol,
 que hace posible la continuidad de lo que existe
 en este planeta azul privilegiado,
 y la luna, que luce, Lucía,
 por las despiertas noches de diciembre
sus crecientes desnudos.

Y viajan -las amarás- las aves (solas, o en bandadas
de misteriosas compañías), ellas saben bien adónde.
Y también viajan las arañas, las moscas, las hormigas,
todo bicho que anda por el mundo y - a su modo -
hasta viajan las piedras detenidas como budas,
la savia de los tallos y las ramas de los nidos,
viajan los días y las nubes, viaja el viento,
intrépido cartero de los subidos pies.

Parece que todo el cosmos está moviéndose,
siempre expandiéndose, como te expandes ahora mismo,
por los puntos cardinales de la huerta admirable
donde tu madre siente cómo crece la verdad de lo que eres.

Y hay - te lo decía - otros viajes menores.
Viajando marcho esta mañana hacia el trabajo,
que es la cotidiana ocupación, la rodaja de pan
con que la vida humana se alimenta.
Y mientras cruzo en colectivo, compartiendo
con hombres y mujeres la condición andante,
paso cerca del sitio donde los dos Eduardo
de los prontos abrazos -tu abuelo y tu papá-
ejercen como médicos, ese bendito oficio
que cuida de los hombres y ya cuida de ti,
¿qué duda cabe?

Entonces siento que tú, Lucía, eres el nombre,
la voz viajera que une este momento,
como se reúnen las palomas de la plaza
alrededor de la mano que las llama.

                            

3



Hoy (otra vez el tiempo) es el día de los ojos.
Es que hay una santa que cuida de la luz, Lucía.
Y llevas el mismo nombre, porque amaron tus padres
el arco iris feliz de imagen y sonido.
Por eso tu nombre es creador de las formas
que abandonan al alba la galera de lo oscuro.
Por eso tu nombre es sonoro, como el sol
que pone en marcha el rodaje fantástico del día
y lo lleva por los rincones del hemisferio
y lo demora como preciado pájaro
en las últimas ramas de la tarde.

Y si la noche también es hermosa es por la luz, Lucía.
La luz de las estrellas o de la luna.
Ellas la ponen al alcance de los ojos que -abiertos-
palpan como manos el gratuito espectáculo.

Y así el mundo visible resulta magnifíco
porque donde están las formas habita la hermosura.

Benditos sean tus ojos, Lucía.
Y como los de los niños y niñas están siempre limpios,
- es palabra segura del Poeta Maestro -
todo tu cuerpo nacerá iluminado.

Que así sea.


                                       
4



Lucía, en esta última decena de febrero
el verano es un durazno que se parte
en el hueco sabroso de la mano.

(Anoche, la luna estaba detenida
sobre los techos vecinos
y hasta parecía sonreír como quien trae
alguna primicia victoriosa.)

Y hoy llegó tu madre, pero primero
venías tú, Lucía, a visitarnos
como una adelantada,
con ese abierto desafío
de la panza que todo lo pospone.

¡Dorada contención de la criatura
en sagrado presalto!

Y, después, Andrea con Susana,
una de tus abuelas (la otra - lo sabes-
se llama Ana María) trajeron
el equipaje de tu catrecuna
que se abrió como dos brazos
o dos pájaros o dos
conejos de la fantasía.

Y se tendió cómodo el colchón,
limpia la sábana, mirada en rueda
la  colcha de los ositos,
la almohada niña, dispuesto el moño,
bajo el espacio vertical y quieto
que ha de admirarte un día
- todo el aire más puro y reservado-
como flor encarnada, luna rosa
o luz, simplemente,
                                de la casa.

                                


5



Queda atenta, Lucía, la mirada
a los días que restan de marzo
o primeros de abril,
mientras feliz comprueba que el verano
favorece las costumbres de otoño
menguando las salidas turistas del sol
o apuntando el camino del oro
entre los racimos de los paraísos.

¿Sería de extrañar, acaso,
que el rubio otoño recogiera
el gesto vecinal de cortesía
y respondiera con un gesto
recíproco y entonces...?

Pero tú no, no te inquietes, Lucía,
por ninguna pulsión temblorosa.
No te perturbes, no, no te perturbes.
Cada flor a su tiempo florece.

Lo decía tu madre y una madre
es natural santuario, luna en sombra
donde fulgura la sobrenaturaleza:

Lucía nacerá, cuando ella quiera.


                          


6




Ha llegado el otoño, Lucía, el otoño
de la luz detenida como pájaros
sobre el bosque del cielo
y en los rostros empieza el contagio
de la mirada plácida de las fotografías.

Hay una voluntad maga
que impone a los terrestres
(más allá de las angustias y locuras
que has de saber, Lucía,
porque las sombras no se van
cuando no existen),
la verdad sin costuras de la luz.

La luz, Lucía, la luz,
el primer horizonte del hombre,
que el otoño regresa con sus trajes desnudos
como barco encantado de la patria del oro.

Y ese barco es tu barco, Lucía.
Es el barco -luna a luna- esperado
a este lado del muelle.

Cuando quiera soltará los saludos
y, al instante, cruzarán los pájaros
la festiva noticia.

Y bajarás entonces, Lucía,
por las escalas del santuario materno
hacia la cuna luz
de la casa mayor de los hombres.


                    

7



Has venido, Lucía, has venido
-en el Viernes Santo del Año-
a sumar tus andares rosados
a las caravanas de la tierra que habla.

Te acompaña, Lucía, la lluvia
que sucede a la luna completa
con los dedos naranjas de otoño.
La lluvia, la mejor narradora
del comienzo del mundo.
La lluvia del había una vez
de la vida.

Había una vez un muchacho, Lucía,
y había también una chica, una vez.
Y otra vez, otras veces, ¡quién sabe cuántas!
se encontraron los dos, porque el encuentro
es condición tan necesaria del relato
como su trama personal y única.

Andrea -ése era el nombre de ella-
Eduardo -ése era el nombre de él-
se encontraron finalmente y se amaron
(sin amor ¿puede importar la trama?)
y al amarse dio comienzo la historia
que lleva tu nombre, Lucía.

Una historia que sale a la luz del planeta
en la mediatarde mojada de marzo,
que pesa leve, bellamente,
y es de pelo castaño y de cara redonda,
que tiene ágil el cuerpo y los ojos muy dulces.

Una historia plena de futuro
-según canta la lluvia y soñamos los hombres-
y que acaba de abrirse como mariposa
al jardín de los días.







miércoles, 18 de julio de 2012

PARA QUÉ DE LA POESÍA ANTE EL MISTERIO

     Mi camino poético, frágil y pasajero, anda tal vez su última etapa. No por sus alcances, sino por entrever, junto a las natales orillas del Uruguay, otras orillas.
 La poesía –si se quiere ser fiel a su llamado- siempre es búsqueda, búsquedas.  Las mías han nacido de la escritura de los poemas, sin pensamiento previo y con la sola intención de expresarme lo más fielmente. El poeta no tiene que pensar en un público; su vocación es expresarse, con la conciencia de que el poema perfecto no se alcanza, queda ante nuestros ojos para seguir buscando. Por eso, a un poema le sigue otro y lo mismo ocurre con los libros.
Tal vez el texto de un verdadero gran poeta argentino y universal, Roberto Juarroz, visto con posterioridad a mis escritos y no como guía anterior preestablecida, ayude a comprender mis intentos, sólo mis intentos.
Supe desde siempre que mi búsqueda, si tenía algún resultado más o menos logrado, sería de muy lenta aceptación. ¿Por qué? Porque creo haberme planteado otra cosa, haber intentado otra cosa. Alguien dirá las palabras cómodas: una “poesía metafísica”, una búsqueda de esencias, una indagación en zonas difíciles de expresar de la realidad. Pienso que no es suficiente. En buena medida se trataba, y se trata, de una inversión, de una conversión de lo que es más  general. Yo creo que es preciso dejar de lado todo lo que sea desahogo sentimental, anécdota, discurso, ornamentación, uso confortable y más o menos atractivo de un plano inmediato del lenguaje. Creo que para llegar a ciertos núcleos muy difíciles de captar de nuestra experiencia profunda es necesario algo así como una ascesis en donde cada cosa que aparezca sea en lo posible irreemplazable. ROBERTO JUARROZ. Poesía y creación.
En  realidad yo no me planteé otra cosa, no tuve esa clarividencia de un poeta mayúsculo; la otra cosa vino sola, como vislumbres expresivos, respuestas siempre insuficientes a mis inacabadas preguntas por la realidad de lo que aparece o desaparece o jamás aparece: Cuando creas que en el puño/ tú ya tienes la verdad,/ si no lo abres ignoras,/ si lo abres, ya no está. Entre tierra y canto, 1981. Con el pico de la palabra al hombro/ me salí un día a excavar el mundo. Entreluces, 1996. Andan los años con el alma en guardia/ por si acontece la luz de la vertiente <>. En tránsito, 2008.
Temáticamente, entonces, la misma búsqueda con los distintos niveles de pensamiento y de dicción que va marcando la experiencia. En muchos poemas de libros anteriores a Des/habitaciones (2006) ya fueron apareciendo nuevas formas de expresión, pero fue con este libro publicado, fíjense, a los 64 años, -y no sin la contribución de algunas voces, sobre todo la de Horacio Castillo, otro verdadero gran poeta- que encontré esa unidad de fondo y forma: el estilo que me conforma en los dos sentidos de la palabra.
De vuelta en Colón –Nunca me partí/ del todo./ No soy ido./ Sí. Lo saben- he tratado de acercar a quienes quisieran algunos de los caminos de la poesía contemporánea, tanto con las Ventanas a la poesía, que El Observador Regional generosamente me ha permitido abrir, como con las reuniones del taller Palabra en el tiempo, cuyos logros –el de sus integrantes- están comenzando a ser conocidos, en hora buena. Esta presentación tiene el mismo motivo fundamental: que ustedes conozcan que hace tiempo que la poesía –en una de sus posibilidades expresivas, porque la fuente es ancha aunque siempre con la exigencia del lenguaje como marca de autenticidad- tiene en cuenta –como expresara Raúl Gustavo Aguirre- la seriedad del mundo y la incorpora en sus manifestaciones. Cito a Aguirre: Nunca como hoy la poesía estuvo cargada de tanta responsabilidad, ya que se quiere ver en ella uno de los pocos “valores que subsisten en un mundo sin valores”, un “único medio de comprender y develar la realidad en medio de la ruina y la negación de los tradicionales modos de comprensión racional de ésta”.
El poeta de estos tiempos de penuria cada vez mayor no levanta la voz  retóricamente, porque es consciente de los pecados del lenguaje, de la vana rotundidad; no se cree poseído por ningún dios, ni trata de hablar, narcisistamente, de sí mismo, sino de preguntarse y preguntar ante el misterio. Por eso tanto balbuceo, tanto espacio en blanco y silencio en sus palabras. Por eso tanto desasosiego por buscar las voces perdidas  de los orígenes.
Ellas
¿Cómo rozar el inicial abrazo
de las interjecciones, la flor
en la raíz de las palabras?

¿Dejándolas subir y caer
desnudas en el aire?

Acaso, entre guardas
de silencios, ellas
tartamu
             dirán.
                           (De Sombras de luz, 2007)

El poeta no es un charlatán ni un sabelotodo. Como decía un eminente crítico alemán, Gadamer: Algo de esta sabiduría de balbucir y enmudecer sea tal vez la herencia que nuestra cultura espiritual deba transmitir a las futuras generaciones.


EL  MISTERIO EN LA EXISTENCIA, EN LA POESÍA.

Creo que el poema Compañía, de Sombras de luz (2007), junta los dos temas en uno.
¿No las guardarían como as de espadas
para la ocasión última de comercio,
si las palabras salvaran de la muerte?
Pero ellas no ocupan pizarra de la oferta.
Ellas, al lado sólo están de quienes viven
su compañía en el misterio.

El poeta, el hombre, ante el misterio de la existencia,  cósmicamente ampliado con los nuevos descubrimientos. El hombre ante el misterio y con la compañía de la poesía. Es la conciencia del no saber, que -como dice un crítico no es una ignorancia sino un difícil acto de superación del conocimiento- la que determina la poca extensión del poema, su tono reflexivo, meditativo. El mismo de este encuentro. Poesía que no vende la autenticidad de su vestido y, por lo tanto, no busca la complacencia del lector, el aplauso público, sino que lo invita a dar un paso más: a pensar, a buscar, a buscarse. Poesía como compañera de la existencia humana.
Y otro poema, Homo, de En tránsito (2008), como acercamiento desde la poesía al misterio del hombre.


Aunque ha saltado los azules bordes,
sueña con Júpiter, con ir al más allá
de la Vía Láctea, saber el polvo
paternal de los astros,
no excede la conciencia mortal
que a pedazos de símbolos tienta
la majestad del Universo.

Les leo lo que escribí en La poesía desde los poemas (2009).
En este poema –creo- se resume toda mi metapoética; o sea, mi poesía sobre la poesía.
Si bien el hombre ha logrado proezas en su exploración del espacio y hasta ha puesto en órbita un telescopio que capta la formación y muerte de las estrellas, yo creo que su mayor grandeza reside en su capacidad simbólica, en ir juntando una cosa con otra –significado etimológico de simbolizar- y de esa manera ir tocando, a tientas, ir tentando, la majestad del Universo, su inasible infinitud. Así, el hombre, ser finito, se religa con lo Infinito. La poesía nacida de la conciencia mortal, siente hondamente esa nostalgia de lo Otro, la Otredad del Ser que decía Machado..
Por otro lado, el vocablo Universo tiene como uno de sus componentes a la voz verso, participio del verbo verter, que como sustantivo señaló el surco que da vuelta; después, el renglón.
Vertido hacia lo Uno es uno de los significados de Universo, mayúscula abstracción del poeta homo, el ser autopoético -puesto que debe hacer su propia vida- y de Poética infinita.



PARA QUÉ,  LA POESÍA

La idea trabaja sobre la nada./ En el humilde ojo de lo oscuro/ la penumbra encuentra/ una morada transitoria./¿Quién puso en el mundo la palabra?/ El silencio tenía un infinito rostro/ y el sitio elegido para vivir señalaba el lugar/ donde se nace y se muere,/ donde estaba encerrada la verdad. (Horacio Preler. Aquello que uno ama, 11.)

La Poesía responde a la honda afirmación abierta por la pregunta retórica  de otro Horacio maestro. Y así se anima -en dos poemas de En tránsito- a dejar atrás sus momentos de sequedad en Barbecho -sufren las palabras/ intermitencias de lluvia- o de vacilación en Disuasión. ¿Por qué aflojar las sogas de la carpa?/ ¿Cuándo aseguraran ellas/ un más allá de grafías o sonidos/ o-aun entre aleteos de luces-/ no dejaran entrever el pobre/ vestido de la carne?
Más que una respuesta es un contento  para el cierto número de los que la amamos -como decía  Mallarmé. Ella es sostén de la carpa fantástica/ de encendido fogón/ donde juntan las horas (Del relato, Des/habitaciones). Pero es más que eso, mucho más. Sí, las palabras poéticas, las de la poesía, la poesía –lo vimos en Compañía-  no nos salvan de la muerte. ¿Cómo podrían hacerlo si son nuestras compañeras? Pero ellas, a nuestro lado están ante el misterio, tema central de esta poética.
Sí, las palabras como compañeras de la vida. Andar la vida Con las palabras. Quiero disfrutar de las palabras/ arrojarlas naranjas por las calles/ sin dejarlas caer, equilibrista./ Darlas, recibirlas, sin dejarlas caer./ Quiero disfrutar de las palabras/ disfrutarlas naranjas,/ hasta la última gota/ de la nube.
Tal vez, hasta vivir con ellas, más allá de nuestro tiempo. Las palabras no van hacia el silencio./ Algún día alguien las encuentra/ por las calles perdidas de los libros./ Las vuelve abrir como una flor,/ una puerta o una blusa.// Las palabras no mueren con el hombre/ que las puso a vivir en las esquinas/ del dolor o el regocijo. // No callan del todo con certeza./ Les queda el soplo de la luz/ alguna otra vez entre las hojas. Apuesta, de Con las palabras. La misma apuesta de Pasos, último poema de En tránsito y de este libro: Anda la poesía/ los pasos del aliento/ por la carne. Otros/ ojos la vuelven/ al camino. Otros ojos –creo-, no sólo  de  lectores sino también de poetas, porque mueren y renacen las palabras. (Continuo, En tránsito.)
Pero, más allá de esta conjetural sobrevida, siempre la poesía como compañera de nuestros días, De sol y noche. Bendita palabra de sol y noche./ Admirada de ser. Balbuciendo/ las dádivas que caen las sombras./ Hermanada al fulgor del relámpago./ Tras los pasos niños de Adán y Eva,// Desnuda hasta el alma en el mar/ de preguntas.
Poesía de la admiración y del silencio, de la fugacidad y de la desnudez, del no saber de las preguntas. Poesía consciente del peso de la carne pero llevada -por el misterio – a las  bandadas de palabras/  tras un roce de tiempo con lo eterno. Poeta, En tránsito.
¿Es esta sensación de universo el para qué de la poesía? ¿Es ésta la respuesta a aquellas preguntas de Sombras: ¿Qué moción las junta, como a esos niños/ que en los escalones de la esquina/ cuentan ocurrencias, ríen/ en el intento de suspender la tarde?// ¿Qué otra voluntad las saca de la nada/ como sombras de luz de la Poesía?
La poesía no es respuesta, es experiencia dicha. Y entre los poemas dichos, elijo Despliegue, el primer poema de Con las palabras, hermano de sangre de Poeta, para cerrar -sin pretensión de encerrar ninguna evidencia- esta lectura, siempre parcial y menesterosa. En buena parte, como la de todos.
Despliegan repliegues las palabras./ Como las hojas que da el árbol,/ cuando tras la lluvia/ el sol las aparece.// Se espera que ellas suban/ (a veces a lo náufrago)/ un gajo de voz a la tremenda,/ fascinante enramada.// Que entre el follaje salven/ un despliegue minúsculo.// Como a la luz/ un relámpago la salva/ de los continuos de la noche.
¿Qué es lo que se espera de las palabras? Jugando con la imagen del árbol, muy asociada a la creación poética en mi escritura, quien escribe ansía que ellas, las palabras, suban, a veces desesperadamente, un gajo de voz –un poema, un verso, una imagen, sílaba, fonema-  a la tremenda,/ fascinante enramada. “Tremendo y fascinante” son las categorías, que Otto –en su libro Lo santo- atribuye a lo divino: espanto y atracción. Aquí están trasladadas al campo de la realidad viviente, incluso al de la totalidad de la creación poética.
 Eso espera el poeta: que allí, en el inmenso follaje de la poesía universal, las palabras concretas del poema salven su hacer poético, un despliegue minúsculo. ¿Salvarlo de qué? Del anonimato, de la inexistencia, de la mortalidad de su palabra. ¿No es esto una desmesura? ¿Busca el poeta la inmortalidad? Entiendo que la comparación final ajusta la medida humana del deseo. El poeta clama porque su producción, despliegue minúsculo, obtenga al menos la fulguración mínima de un relámpago de tiempo en lo eterno.
Se me ocurre que aquí está mucho del por qué uno escribe. Para vivir, para salvarnos, aunque más no fuera por un instante, de la nada absoluta. El poema expresa el deseo más trascendente de quien escribe: tener un lugar, un gajo de voz/ en la tremenda, fascinante enramada de lo vivo. El poema es el poeta o lo representa. Y también será el oyente, el
lector, si es que con el poema el receptor siente que tartamudice -o sea, puja por decirse en él- el unísono pájaro de la identificación: esto yo también de algún modo lo he sentido o vivido, porque como decía otro verdaderamente gran  poeta, el  español José Luis Martín Descalzo: por donde pasa un alma, pasan las de los demás.                                                 
                                                           Alfredo Jorge Maxit
            Colón, viernes 30 de octubre de 2009